avila encantadora

sábado, 26 de febrero de 2011

HOY QUIERO QUE LEAN ESTE CUENTO

PANCHO  (cuento de Ricardo Antonio Rojas Núñez)
 
 
Esta mañana escuchaba palabras cortadas de una conversación, nada comunes para esta época: Sacrificio, entrega renunciamiento...y la sola evocación de su significado me trajo a la mente una persona que encarnaba todo eso: Pancho.
 
Cuando lo conocí era como si hubiera existido siempre en mi vida, era alto, delgado, simple, y esa simpleza se reflejaba también en su carácter, pecaba de ingenuo, nunca lo sentí dudar de nadie y por el contrario escuchaba a todos con atención, siempre tenía una palabra adecuada para remarcar la deferencia que le merecía su interlocutor.
 
A pesar de las ventajas que daba al nunca poner en duda cuestiones que no habían sido comprobadas, nunca supe que se hubieran aprovechado de su credulidad: Parecía que esa aparente debilidad lo protegía y lo defendía. Tal era el tamaño de su calidad humana.
 
Su familia, y el amor que sentía por ella, quizá lo ayudaron a soportar, durante más de treinta años, trabajar en un frigorífico de los aledaños de Buenos Aires y vivir a más de ochenta kilómetros de distancia, es verdad que su casa, tan lejana del puesto de trabajo, la obtuvo por un plan de ayuda social y no fue su elección, pero él y su esposa debieron hacer un gran esfuerzo para combinar los horarios de los trenes, muy escasos, con su tiempo de trabajo. Sí es verdad que él realizó un sacrificio, no fue menor el de ella que supo acoplarse a la situación.Fueron siempre una yunta de bueyes haciendo fuerza,los dos, para el mismo lado.
 
Su condición no le permitía escapar de estrecheces económicas, tal solo el traslado requería de un gran esfuerzo, diariamente se desplazaba en tren, se demoraba en ello casi tres horas, al llegar a la capital, subía a un bus que recorriendo practicamente media ciudad lo dejaba en el frigorifico en algo más de una hora, cambiaba de ropa y tener el ánimo y la voluntad de rendir en sus labores, con jornadas de ocho a diez horas, luego regresar a su casa, tratando de dormir siempre "donde se pudiera", para ganarle tiempo al día. Jamás una queja, y a pesar de las dificultades fundó un bello hogar engalanado con dos hijas.
 
Cada vez que veo un tren, no puedo menos que acordarme de PANCHO, y realizo el ejercicio imaginario de sumar las horas, los días, las semanas y los meses que pasó sobre ellos.
 
Una vez, regresando a su casa en vísperas de Navidad, acompañado de su hermano, coincidieron con un paro de transporte y estuvieron catorce horas en el vagón, detenidos en algún lugar, de ninguna parte, con poca compañía ya que por las fechas viajaba poca gente, dispusierón de todo el tiempo para desmenuzar sus vidas, desnudar sus almas y ponerse en paz con ellos mismos. Pancho esperaba ese momento, necesitaba descargar, y en una especie de confesión le dijo a su hermano que muchas veces pensó en cambiar esa forma de vida, buscar otro trabajo, que le significara menos esfuerzo, más el miedo al cambio y a la inseguridad que pudiera representar para su familia lo detuvo. Y Dios lo premió cuando pudo ver a sus hijas crecer sanamente y prepararse, en los pocos momentos que solían compartir ellas le mostraban sus progresos y podía ver lo aplicadas y responsables que eran en sus estudios, sabía que tendrían oportunidades que el nunca disfrutó, y que la vida de ellas seria más holgada, y eso lo llenaba de satisfacción y orgullo.
 
Fue como un balance de su vida, y pudo darse cuenta que a pesar de lo duro de su existencia era muy feliz, y que esas horas allí le habían dejado un verdadero regalo de navidad, que afortunadamente pudo compartir con su hermano.
 
Los sentimientos estaban a flor de piel, ambos se abrazaron fuertemente, tomaron un tiempo para componerse, recogieron lo que llevaban para la celebración, y se dispusieron a compartirlo con el resto de los pasajeros que ya habían bajado y disfrutaban de la noche estrellada y los fuegos de artificio, que a lo lejos, indicaban el festejo de la gran ciudad.
 
Ellos, limpidos de alma y bajo esa noche tachonada de puntos luminosos, semejante a un paño negro lleno de diamantes, sintieron que les llegaba una enorme paz.
 
Caracas, octubre 2010.

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